
Viernes 24 de agosto de 2018, Bilbao, Plaza Nueva, 23.30 h
El viernes, séptimo día de Semana Grande, hice una apuesta particular y arriesgada al escoger entre los cuatro conciertos municipales: movido por la curiosidad y el presentimiento opté por la Topolino Radio Orquesta en la Plaza Nueva, la cual superó todas las expectativas por sonidazo, dominio del swing y su saber estar más tiempo en nubes sublimes que en charcos pintureros. Esta era una de las tres propuestas de grupos ochenteros del programa oficial a la misma hora del viernes: la Topolino (que sonaba retro ya en los 80, por tocar versiones de los años 40-50), Santiago Auserón con Sexy Sadie explotando el repertorio de Radio Futura en un Abandoibarra con la entrada más floja de la semana (el fotero Azpiazu, Iñaki Gallardo, Óscar Cine y Óscar Esteban dicen que estuvo muy bien, Titi opina que sin más), y Danza Invisible en La Pérgola (buf, los grupos de mi época ya son contratados para el escenario nostálgico, ¡estamos para el asilo!). La cuarta propuesta municipal era la del dance de la emisora Megastar FM a medianoche en el Parque Europa, una forma de privatizar las fiestas de la que nadie parece darse cuenta.
Pero bueno, vamos a lo nuestro y evoquemos con agrado el concierto de la Radio Topolino Orquesta en una plaza nueva que llenó todos sus asientos, aunque algunos espectadores desertaron antes del final, lo habitual en los espectáculos con entrada libre. Sonaron 24 piezas en 101 minutos, algunas en popurrí, como el momento más chocarrero, el de canciones de beber con pasajes de ‘Desde Santurce a Bilbao’, la de «a mí me gusta el pin piribín pin pin, de la bota empinar», la de «apaga luz Mariluz» y tal, que provocó que la peña hiciera cadenetas y bailara.
El resto osciló entre lo notable y lo superior, alcanzándose cimas de swing americano deslizante que dan sopas con honda a tanta big band imitadora de Glenn Miller. En la Plaza Nueva los topolinos, todos muy bien vestidos, oficiaron en doceto: cuatro metales (las dos trompetas las soplaban padre e hija), tres coristas (¡un bilbaíno, José Linaje, que se marcó un irrintzi en el popurrí beodo!), un director en escena (José María López, quien propició la vuelta de la orquesta en 2017), un cantante (Toni Menguiano), un pianista y dos miembros fundadores, los componentes de una base rítmica que proporcionó envidiable robustez a la Topolino: Mariano Rico (batería) y Fernando López (bajo eléctrico y padre de José María). Un par de vientos extra vendría bien a la alineación (dos trombones, por ejemplo), pero apenas se echó de menos tal apreciación tiquismiquis.
Sus títulos más famosos no desmerecieron: abrieron con ‘Mi casita de papel’, un swing con crooner al frente, cerraron con ‘Mi vaca lechera’, un swing mucho mejor que en disco, y también colaron en el bis ‘Tiro-Liro’, este más a lo María Jesús y su Acordeón. Acabó el concierto y un tipo se puso a gritar: «‘Mustaphá’, ‘Ay, Mustaphaaaaaa’. ¡He venido para oír esta!». Y como no se la tocaron, empezó a cantarla y a bailarla en plan moruno. También al acabar se quejó una guapa joven: «A quien se le ocurre poner sillas para oír a una orquesta». Aquí el que no se queja es porque no quiere.
El viernes vivimos muchos momentos de glamour retro. Repasando las notas veo los títulos ‘Mimi Mimosa’, un swing sinuoso con duduá y aliteraciones con doble sentido que podría facturar Louis Jordan (La Topolino lo hizo mejor que Ray Gelato, créanselo), la deliciosa y políticamente incorrecta ‘Un frasco de veneno’ con más swing marcado, un fantasmagórico ‘Rascayú’, el híbrido entre el Dúo Dinámico y la Brian Setzer Orchestra de ‘Aurora’ (es de Río de Janeiro), la polka de la película ‘Mary Poppins’ ‘Supercalifragilisticoespialidoso’, un sofisticado y exportable ‘Chi Bum / Sh-Boom’ interpretado con la clase del Manhattan Transfer, el popurrí publicitario a tope de swing (para Okal, Colacao, Tintes Iberia), el vodevil de ‘No hay novedad, señora baronesa’, la apertura del bis con ‘¡Viva la juerga!’…
La Topolina Radio Orquesta regaló guiños visuales humorísticos y bailados, no se cortó en los piropos (‘La del vestido rojo’ fue muy mambo, el ‘Tres veces guapa’ de Jorge Sepúlveda resonó en plan pasodoble cool: guapa, guapa, guapa también la topolino), recalaron varias veces en el chachachá con solidez y fluidez (‘Nicolasa’), cantaron a ciudades españolas (‘Qué bonita es Barcelona’ acertada y de aire publicitario, ‘Santander’ sinuosa y rumbera) y a la fauna diversa (‘Quién teme al lobo feroz’ de Walt Disney, ‘Mi perrita pekinesa’ y su doble sentido), el vocalista Menguiano, con su coleta a lo Gareth Bale, nos invitó a bailar con quien estuviera al lado («si no os conocéis, presentaros, y si sois del mismo sexo, abriros»), y en general su swing cañí voló sublime y nada risible. Al despedirse el cantante dijo que volverían pronto. No se los pierdan si es así.
Óscar Cubillo